- Analizar las distintas formas de violencia, entre ellas la más extrema, el feminicidio, es parte de los retos y compromisos que la Universidad asume
La violencia de género en su forma más extrema registra un incremento del 100 por ciento en los últimos años. De acuerdo con el informe del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), en 2015 documentaron 407 feminicidios en el país, mientras que para 2018 la cifra ascendió a 845 casos. Estos datos se sustentan solo en las denuncias realizadas ante ministerios públicos en las 32 entidades federativas. Observatorios y organizaciones civiles reportan cifras aún mayores.
El mismo informe revela que en enero pasado Puebla se posicionó en el tercer lugar nacional en este delito, al registrar siete casos. Menciona además que los municipios con mayor incidencia son Puebla, Huejotzingo, Libres, Tecamachalco, Tehuacán, Tlacotepec de Benito Juárez y Zacatlán.
Estudiar y visibilizar las distintas formas de violencia contra las mujeres, especialmente la más extrema, es parte de los desafíos que no puede evadir la BUAP. Con un ejercicio crítico, la academia ofrece una perspectiva multidisciplinaria a un problema que aqueja a la sociedad. Entre los objetivos está no solo estudiar la violencia de género, sino también incidir en políticas públicas que abonen a su erradicación.
La violencia no es natural, es una elección
La violencia es parte del extremo de los conflictos humanos, aunque no necesariamente tienen que derivar en una crisis violenta, la cual forma parte de un conjunto de opciones y deliberaciones. Siempre que se ejerce la violencia es porque se eligió esa vía a costa de otras formas que pueden llevar más tiempo en la negociación. La violencia es, entonces, una elección, declaró en entrevista el doctor Arturo Aguirre Moreno.
El investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, insistió en que la violencia no es algo natural en el ser humano, sin embargo se puede vincular con la concepción de masculinidad y la forma en cómo se relacionaban los colectivos en la antigüedad.
“Desde tiempos prehistóricos, la identificación del hombre ha sido en función de la acción y la técnica en el uso de las herramientas, por ejemplo para cazar. En cambio las mujeres eran identificadas por su capacidad para generar vida. Hay una asociación cultural implantada entre los colectivos humanos de que el hombre es viril, en tanto tenga la capacidad de defender, de mostrar su fuerza física, esto los hace más violentos socialmente, porque fue un medio para conseguir sustento y demostrar que podían defender a su familia”.
La violencia de género no es nueva
Aguirre Moreno aseguró que como otros tipos de violencia, la de género no es particular de nuestro tiempo, sino que en la modernidad contemporánea la forma de relacionarse ha cambiado y ahora se promueve la igualdad entre los ciudadanos, lo que rompe con esquemas tradicionales. Es decir, la mujer vista como una ciudadana con igualdad de derechos y con las mismas garantías evidentemente rompe con la inercia histórica, en la que la desigualdad sexual era motivo para promover desigualdades políticas, económicas y sociales.
“Durante muchos siglos las mujeres fueron vistas como parte del patrimonio, el patrimonio forma parte del pater, y las mujeres se integran a este conjunto de bienes, de objetos valiosos dentro de la hacienda, pero finalmente no dejaban de ser concebidas como objetos”.
Para todo esto hay un sinfín de justificaciones, es decir, desde la idea griega de que los varones libres son los que tienen el cuerpo más cálido y las mujeres más frío y por eso deben permanecer en espacios más oscuros y cerrados, precisamente para protegerlas. Esto se relaciona también con planteamientos políticos, es decir, las mujeres no podían ocupar espacios públicos y debatir, tampoco podían hacer gimnasia, por ejemplo, esto es un pensamiento que permeó por mucho tiempo, añadió el doctor Aguirre Moreno.
El feminismo sigue vigente y es necesario
En esta dinámica de entender cómo y desde cuándo se ejerce la violencia de género, contemplar al feminismo resulta fundamental. Esta corriente es abordada desde distintas perspectivas desde hace 23 años dentro de la Universidad, gracias a la creación del Centro de Estudios de Género (CEG).
La actual coordinadora, Josefina Manjarrez Rosas, coincidió en que la violencia de género siempre ha existido, pero cuando salió del ámbito privado, donde es normalizada, el tema se tornó público por las reivindicaciones feministas en los años 70, ahí empezó a verse desde otra mirada y se inició una búsqueda por establecer marcos normativos que sancionen a los victimarios.
“El feminismo es un movimiento social, así nace, pero también analiza y estudia la desigualdad. Inicialmente se creó para exigir los mismos derechos como la educación, la independencia económica y la participación política, pero una vez que se consiguió esto, llegó un segundo momento en el que se cuestionó cómo a pesar de los avances sigue existiendo desigualdad”, opinó.
Para la historiadora, el feminismo tiene que seguir vigente porque gracias a este pensamiento se avanzó, pero aún hay mucho por hacer, porque la igualdad de condiciones todavía no es una realidad efectiva. En ese sentido, recordó que hasta hace poco había dos vertientes del feminismo, el de la igualdad y el feminismo de la diferencia; sin embargo, aseguró que el objeto de estudio sigue siendo la mujer y la búsqueda por el reconocimiento y las oportunidades que protejan sus garantías y libertades.
Por qué se exacerba la violencia de género
Para la doctora Manjarrez Rosas la violencia de género se aprecia en aumento debido a varios factores. El primero es la visibilidad y la cultura de la denuncia, lo que permite que se hagan públicos más casos no solo ante autoridades ministeriales, sino también en medios de comunicación.
A estos factores hay que añadir el contexto neoliberal, y para eso la historiadora retoma el análisis de Rita Segato, quien afirma que este modelo ha mermado el rol de proveedores a los hombres. En este contexto, pueden sentirse desplazados y desde su análisis, esto puede causar un incremento de la violencia.
Este cambio, aseguró Manjarrez Rosas, choca con la forma en cómo se construye la masculinidad del hombre desde que es un niño, ya que desde pequeño se le infunde la idea de “no te dejes”.
Otro punto, abundó, es que el problema del feminicidio rebasa a las autoridades, a pesar de que hay marcos normativos específicos, estructurados desde una perspectiva de género, pero que desgraciadamente no se aplican adecuadamente. Esto, señaló, se vincula también con otros delitos como la trata de personas.
Mercados emergentes y extrema violencia
Lo que sucede en el país es un momento sui géneris, incluso a nivel mundial. México actualmente es objeto de análisis por la violencia que vive. La delincuencia organizada ha tejido de una manera muy complicada un entramado donde se cruza la violencia sexual y por su puesto los feminicidios, expresó el doctor Aguirre Moreno.
“Tenemos violencias que tienen que ver con la dinámica de nuevos mercados emergentes, el asunto de trasiego de estupefacientes y narcóticos; la trata de personas; la pornografía; el robo de hidrocarburo; es decir, un mercado amplio en el que todo se capitaliza, incluyendo mujeres y niños. Esto ha generado violencias que no estábamos listos para comprender ni enfrentar”.
Por su parte, el doctor en política criminal, Erick Gómez-Tagle López, académico de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (FDySC) de esta Universidad, advierte que hablar sobre trata de personas y vincularlo con la violencia de género es un tema prioritario en las agendas no solo de México, sino en todo el mundo, de ahí que el Departamento de Estado de los Estados Unidos realice un seguimiento a 180 países para corroborar cómo avanza en esta materia.
Tagle López comentó que en términos generales existen leyes en México que sancionan la trata de personas, sin embargo no hay políticas pertinentes en el ámbito de la criminología y sobre todo en la forma en cómo debe intervenir el Estado para resarcir adecuadamente la reparación de los daños a las víctimas.
Señaló que el problema se agrava por la doble moral, porque aunque existen esfuerzos, se sigue consumiendo pornografía, continúa la prostitución forzada y las redes de turismo sexual, es decir, hay una sociedad hipersexualizada en detrimento de los derechos de la población más vulnerable.
El papel de la Universidad
Tagle López se pronunció porque la academia ocupe un lugar preponderante en la discusión de estos temas, ya que dijo, son los expertos, basados en métodos científicos, los que tienen que determinar los perfiles de víctimas y victimarios, entre otros parámetros que ayuden a reconfigurar las políticas públicas.
A esta propuesta, el doctor Aguirre Moreno sumó la idea de que las universidades que han enfocado su estudio en la desnormalización de la violencia, ahora cambien su perspectiva para que propongan una filosofía testimonial para que las generaciones futuras sepan que no se le pasó de largo a la academia lo que pasa en México.
“Hay que dejar registro de lo que estamos viviendo. Creo que la literatura universitaria también deberá ser testimonial del tiempo que vivimos, porque no podemos dejar pasar esto. Necesitaremos una agenda conjunta y trabajo de todos los actores, lo que implica quitarnos la mentalidad de que vivimos en un país normal”.
Finalmente, los académicos coincidieron en la necesidad de seguir insistiendo en denunciar que la violencia de género no es algo natural ni tampoco es parte de las relaciones humanas, sino que forma parte del discurso histórico que ha marcado diferencias que asumimos como de condición humana, cuando en realidad la aspiración es una convivencia sustentada en el respeto y el derecho a la igualdad como ciudadanos.