- Utilizan la cadena pesada de la toxina tetánica para contrarrestar los efectos secundarios de L-DOPA y detener la muerte celular en un 50 por ciento
La enfermedad de Parkinson es un trastorno progresivo del sistema nervioso que en 2013 registró más de 500 mil casos en México, cifra comparable con la población de la ciudad de Toluca. Aunque no puede curarse, la L-3,4-dihidroxifenilalanina, conocido como L-DOPA, mejora notablemente sus síntomas. Sin embargo, después de cinco a siete años de administración provoca discinesias: movimientos involuntarios del torso y de las extremidades superiores e inferiores que llegan a ser más incapacitantes que la propia enfermedad.
En la búsqueda de alternativas contra este trastorno neurológico, para mejorar la calidad de vida del paciente, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) de la BUAP, dirigido por el doctor Daniel Limón Pérez de León, utiliza la cadena pesada de la toxina tetánica (Hc-TeTx), para contrarrestar los efectos secundarios de la L-DOPA y atenuar la muerte celular.
La molécula de la toxina tetánica está formada por dos subunidades: la primera es responsable de los efectos tóxicos y de los síntomas del tétanos, mientras que la otra subunidad es inocua y tiene la propiedad de penetrar y actuar en el sistema nervioso central.
En el Laboratorio de Neurofarmacología de la FCQ se comprobó en modelos animales que el Hc-TeTx ayuda a frenar el daño neuronal provocado por el mal de Parkinson, el cual se manifiesta cuando existe una pérdida de entre 80 y 90 por ciento de las neuronas dopaminérgicas.
El doctor Daniel Limón y su equipo de trabajo demostraron que el Hc-TeTx disminuye la neurodegeneración, ya que al lesionar núcleos dopaminérgicos -mismos que se encuentran dañados en la enfermedad de Parkinson- y administrar esta sustancia observaron una disminución de la muerte neuronal en aproximadamente 50 por ciento.
El doctor José Aguilera, científico de la Universidad Autónoma de Barcelona y colaborador en este laboratorio de la BUAP, mostró que en cultivos celulares el Hc-TeTx tiene un efecto protector, ya que revierte el daño de las neuronas dopaminérgicas. En cambio, los científicos de la FCQ comprobaron estos mismos efectos en modelos animales. Es decir, continuaron con la siguiente fase de la investigación iniciada por el doctor Aguilera, quien proporciona esta fracción de la proteína a los investigadores de la BUAP como parte de una colaboración entre ambas instituciones.
“El aporte científico que descubrimos al utilizar la cadena pesada de la toxina tetánica fue comprobar sus efectos neuroprotectores en modelos experimentales, como la sobrevivencia neuronal y mejoría a nivel motor, principalmente en movimientos finos y gruesos”, expuso Limón Pérez de León, quien agregó que este hallazgo redundaría en combatir o retardar las discinesias inducidas por la L-DOPA.
En los próximos 50 años o más, notificó el investigador, nadie va a quitar a la L-DOPA del mercado para el paciente parkinsoniano, a pesar de que este induzca movimientos involuntarios. De ahí, “la relevancia de entender los mecanismos que desarrollan las discinesias, porque finalmente no podemos quitar la L-DOPA, pero hay que tratar de evitar o retardar los efectos negativos de este medicamento”.
En este sentido, se investigan las bases moleculares y celulares que originan las discinesias derivadas del tratamiento con L-DOPA, con el fin de tener blancos terapéuticos definidos y contrarrestarlos con algún fármaco o terapia.
Con ello, “estamos aportando que esta fracción de la toxina tetánica puede ser útil. El siguiente paso será pasar estos datos a la parte clínica con un protocolo bien definido, ese sería el tema de estudio de otros científicos”, indicó el académico de la FCQ.
Sustitución de L-DOPA
La enfermedad de Parkinson se caracteriza por la pérdida de una sustancia llamada dopamina a nivel cerebral. Su sintomatología común es el temblor de las extremidades, rigidez muscular y facial, así como lentitud de movimiento. De acuerdo con el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, se estima una prevalencia de entre 40 a 50 casos nuevos por cada 100 mil habitantes al año.
Este padecimiento fue descrito por primera vez en 1817 y durante más de 150 años no existió una terapéutica apropiada para los pacientes con Parkinson, hasta que se descubrió que la dopamina es el neurotransmisor afectado en esta enfermedad. Para contrarrestar sus síntomas, el paciente toma L-DOPA, un fármaco tradicional difundido a nivel mundial.
Para sustituir este medicamento, los investigadores de la BUAP analizan el uso de otras sustancias que detengan la muerte neuronal, como antioxidantes, espirulina, asarona, estrógenos sintéticos, diferentes flavonoides y extractos de ajo. La meta, comentó el doctor Limón, es buscar alternativas que mejoren la calidad de vida para este sector de la población, por lo que se realizan diferentes investigaciones en el laboratorio.