- No concibo una universidad solo confesional: ha de impulsar el pensamiento crítico, sostiene el investigador del ICSyH, nivel III del SNI
La ecología integral, disciplina que ha impactado distintos campos del conocimiento, es el principal interés académico de Pedro Félix Hernández Ornelas, nivel III del Sistema Nacional de Investigadores. Adscrito al Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” desde 1992, ha reflexionado sobre la economía política y el impacto que el modelo capitalista ha dejado en el planeta.
Su amplia formación en México, Francia, Alemania y Estados Unidos le han permitido asesorar más de 90 tesis de posgrado y ser ponente en congresos internacionales en más de un centenar de ocasiones. De una memoria precisa y vasta, Hernández Ornelas reconoce a la universidad pública como “la voz del pueblo que la sostiene”, acorde con su carácter humanista.
Tras recordar su infancia y juventud, Pedro Félix Hernández Ornelas, profesor investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH), declara: “me considero afortunado”. Originario de León, Guanajuato, el académico, nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, se ha dedicado durante 55 años a la docencia en México y el extranjero, en los cuales ha asesorado más de 90 tesis de posgrado y ha sido el director responsable de alrededor de 20.
Con datos y anécdotas precisas, el doctor en Sociología por la Universidad de Iowa, en Estados Unidos, rememora sus primeros años escolares en León, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. “Era un poco jugar al ratón y al gato: estudiábamos en casas particulares y por grupos distintos. El gobierno y toda la gente sabían que eran escuelas privadas y dónde estaban”, relata. Su padre, dueño de un rancho en conflicto por la Reforma Agraria, tuvo 10 hijos, de los cuales Pedro fue el segundo.
De estos primeros años, el investigador recuerda la herencia de la religión católica que hasta la fecha profesa: “Me considero un católico pecador estándar”. En este sentido, narra a detalle su nexo con el Cerro del Cubilete y con el monumento que actualmente ostenta: su abuelo, educado en la Universidad de Guanajuato, conoció al constitucionalista José Natividad Macías, quien le vendió el terreno donde se encuentra hoy en día la estatua religiosa. Debido a su cercanía con el obispo Emeterio Valverde y Téllez, el abuelo –del mismo nombre que el investigador- escrituró el predio para la construcción de la imagen de 20 metros de altura.
No obstante, las legislaciones agrarias obligaron a su familia a emigrar al entonces Distrito Federal, donde comenzó la preparatoria y su padre –también del mismo nombre- fue nombrado director del Centro Médico Nacional Siglo XXI, el hospital más grande de México, y posteriormente director de personal de la Secretaría de Salud. Después de un tiempo, regresaron a Léon, aunque tuvo que pasar un tiempo extra para reincorporarse al rancho, en el cual Pedro Félix trabajaba como tractorista en las vacaciones “y terminaba como zombie” al concluir la jornada.
La enseñanza universitaria: una vocación
Al concluir la preparatoria en León -iniciada ya en el Distrito Federal-, al joven Pedro Félix se le presentó la encrucijada, con la cual se topan todos los jóvenes: ¿a qué dedicarse? La balanza entre su gusto por la física y la química, por una parte, y los idiomas, por otra, se inclinó definitivamente por este último tras un “amor platónico” con una chica leonesa.
A pesar de la oferta educativa de la Universidad de Guanajuato, el académico con estancias de investigación en la Notre Dame University, en Indiana, y la Hollins University, en Virginia, decidió matricularse en el seminario de León. La institución educativa “tenía tradición fuerte de humanismo y filosofía aristotélico-platónica. No lo tenía la Universidad de Guanajuato, sino que el Seminario era el lugar de pensamiento”, recuerda.
Aunado al aprendizaje de lengua y literatura grecolatinas, esta experiencia enriqueció a Pedro Félix de formas que no esperaba: “Siempre había estado rodeado de clase media. Ahí empecé a conocer México: gente que venía de rancherías, ver el talento, el ansia de saber, la inventiva… todo eso fue un cambio saludable, ante todo, para empezar a tratar a la gente con la dignidad que merece”.
Tras 4 años en el seminario, donde obtuvo estudios de licenciatura en Humanidades Clásicas y Filosofía, decidió ingresar al Colegio Máximo Cristo Rey, conformado por jesuitas. Fue en este momento en el que, recuerda, notó que su vocación eran las letras y la enseñanza; a la par, comenzó a vislumbrar la idea de un matrimonio en el futuro y la labor de un contexto universitario. Por ello, más tarde, se vio en la necesidad de pedir sus dispensas de votos al Vaticano.
Además de las dispensas, sus estudios lo llevaron en un primer momento a Alemania, para concluir su formación en teología, y posteriormente a Francia, donde comenzó una maestría en Filosofía en un seminario ubicado en Champagne, cerca de la ciudad de Reims. De igual manera que durante su experiencia en León, la convivencia en la casa jesuita Action Populaire (Acción Popular), en París, lo hizo descubrir, como él la llama, “una comunidad ideal de bien: gente intelectual, modesta, muy capaz; profesores de La Soborna algunos… gente muy linda”. Esta, reconoce, es una de las experiencias más vibrantes de su vida.
Las escuelas “Ponchito” y un contexto ecológico desfavorable
Al igual que en Action Populaire, Hernández Ornelas distingue un ambiente de camaradería dentro del ICSyH, al cual ha estado adscrito desde 1992. En esos años, recién se lanzaba el programa de los posgrados en sociología, gracias a que “Don Alfonso [Vélez Pliego] se empeñó en rescatar las humanidades y hacer programas de buena calidad”, indica desde el patio trasero del Edificio Aduana Vieja, una de las sedes de dicho instituto. Incluso, menciona que en aquel entonces eran llamados “escuelas Ponchito” los programas educativos que a la fecha persisten.
Ante el crecimiento que los últimos rectorados han propiciado en el ICSyH, el maestro y doctor en Sociología por la Universidad de Iowa se ve rodeado de “colegas y honestidad. En general, un ambiente que valoro muchísimo. Para mí es una etapa de lo mejor de la vida: de estimación, de franqueza de trato y todo”. Sin embargo, esta alegría personal se empaña al enmarcarla en el contexto del México actual.
“Cuando pienso en mis hijos, realmente me llevo las manos a la cabeza y me pregunto si hemos hecho lo mejor. Creo que nunca ha sido tan obvio el esquema del diagnóstico para el mundo y para México como ahora. Vivimos una época de violencia inmensa, descomunal. Yo atribuyo esa violencia, en parte muy importante, a una desviación de orientación en nuestra civilización”, señala.
El investigador explica dicha desviación a través de una paráfrasis casi exacta de un párrafo que Émile Durkheim, uno de los padres de la Sociología, incluye en la segunda edición de su libro Sobre la división del trabajo humano. La ciencia, en épocas pasadas, era considerada una visión integradora de las cosas, capaz de remediar las dificultades del hombre; empero, en la actualidad la ciencia no es ya quien tiene la primacía en el rumbo del pensamiento, sino la economía.
“Más aún: en muchos sitios, ni siquiera vale la ciencia si no deja productos económicos. Eso es una desviación tremenda en la humanidad porque quiere decir que la economía quiere ser ahora la que dicte el curso de la civilización y sobre esa base no se puede construir nada. Es la política del que tiene más fuerza, dominio y dinero: estamos en la lucha brutal. Los resultados están a la vista. Tal vez nunca había sido tan claro el diagnóstico ni tan dramático”, asevera.
En este sentido, con relación a las consecuencias ambientales que acarrea la adquisición y acumulación de capital, Pedro Félix Hernández Ornelas ha dirigido durante los últimos 15 años sus líneas de investigación a la economía ecológica. Este campo es complejo debido al alto índice de variables que intervienen, ya que no solo se trata de la polarización económica de la sociedad, sino también en la destrucción del planeta que esto provoca.
“El ansia de poseer más dinero ha traído una consecuencia grave: consagra, sublima y empeora la explotación del trabajador. La genialidad de Marx no fue únicamente decir “estas almas ganan mucho dinero, estas no”, sino en demostrarle al mundo que el capitalismo es un sistema de explotación per se. Eso es lo que les duele a muchos”, asevera con firmeza el autor de media docena de libros, más de 12 capítulos en otros volúmenes y más de 40 artículos científicos sobre ecología humana, teoría e historia social y desarrollo socioeconómico, entre otros temas.
La implantación de dicho modelo económico es profunda y multifacética: “El capitalismo le puede sembrar al hombre también necesidades que no tenía. ¿Para qué queremos en el mundo una colección de coches antiguos? ¿para qué queremos convertibles?” De forma paralela, “hemos avanzado tanto en tecnología y en la capacidad de gestionar nuevas tecnologías, que ya absorbieron la labor del Estado en la provisión de servicios. Ahora, la riqueza le dicta el paso al Estado y no viceversa; la economía le va dictando al Estado cómo hacer las cosas”.
Pedro Félix: hombre universitario de optimismo incansable
“Estamos en un mundo donde te deja perplejo la pregunta ¿qué hago? ¿qué puede hacer el intelectual, el profesor? ¿qué debe hacer el amigo, el padre de familia, ante estas cosas?” A pesar del dramático estado actual del planeta y de México, en particular, Hernández Ornelas tiene esperanza: “Tal vez peque de ser optimista: sí pienso que debemos y podemos hacer algo. Pero ese ‘algo’ implica la lealtad a la herencia de México, cultural y universitaria”.
Para hacer frente a la descomposición social que permea, la universidad pública debe reforzar dos aspectos: ser leal a la tradición y garantizar la apertura total de opiniones. “Lo que debes hacer como maestro es poner las cartas sobre la mesa. ‘Yo pienso así y esta es mi propuesta’, pero no decir ‘esta es la única vía’, porque, si no, se está perdiendo el sentido de la universidad. Debe haber toda opinión”, indica. Para ejemplo, habla sobre la antirreligiosidad de algunos liberales del siglo XIX: “Se confundió las ideas con las piedras: del odio a la iglesia tomaron el templo”.
“La universidad, para mi gusto, es la voz de la conciencia del pueblo que la sostiene. Yo no concibo una universidad nada más confesional. La universidad tiene que ser abierta a las corrientes y en nuestro deber está impulsar esa toma de opiniones y activar las mentes de los muchachos para el pensamiento crítico. Ver que tus hipótesis estén sustentadas en el mismo suelo que tu problema: eso es el pensamiento crítico; no que estés proponiendo soluciones en la estratósfera”, remata entre risas.
“Hay que enseñar a la gente a pensar críticamente, a ir a las raíces de las cosas, a ser arqueólogos de su propia vida. Yo creo que eso es primario y ahí es donde hay que dar la batalla”. Debido a esto, mantiene ciertas reservas sobre la idea de universidades únicamente tecnológicas, puesto que reflexiona sobre “si se reduce nada más a uso de tecnología”.
Al término de la entrevista, después de charlar a sol y sombra en su espacio preferido del instituto que se ha vuelto su hogar desde hace más de 25 años, el profesor Pedro Félix, próximo a cumplir 93 años, deja una última enseñanza antes de la próxima plática: “En la vida, no es el éxito lo que de verdad importa, sino el haber agotado lo posible”.