· La Facultad de Ingeniería y el Cupreder ayudan a familias de Santa Cruz Cuautomatitla, en alianza con PNUD y la cooperativa Tosepan
El sismo del pasado 19 de septiembre afectó 172 mil viviendas en varios estados de México. Gran parte de estos inmuebles están en Puebla. Conscientes de su vocación social, estudiantes de la BUAP decidieron sumarse a esfuerzos de gobiernos y empresas encaminados a devolver un techo seguro a los damnificados. Entre ellos, una veintena de universitarios de la Facultad de Ingeniería participó en el Taller de reparación y reforzamiento de una vivienda, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En Santa Cruz Cuautomatitla, municipio de Tochimilco, del 2 al 4 de mayo, se instruyeron en el uso de buenas prácticas internacionales para aplicar técnicas de reforzamiento (en contextos similares) seguras, sencillas y de bajo costo, como el enchapado de paredes. Fue un esfuerzo conjunto entre el PNUD, la sociedad cooperativa Tosepan Titataniske y la BUAP, a través del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) y la Facultad de Ingeniería.
Derivado de este trabajo, se piensa generar un manual de buenas prácticas para la reconstrucción parcial de las 142 viviendas de esta comunidad que no sufrieron daño total, con la asesoría de quienes participaron en dicha capacitación, para disminuir el riesgo de que queden igual o más vulnerables que antes de los sismos, por la falta de un acompañamiento técnico adecuado.
La coordinadora del Proyecto Programa de Apoyo a la Recuperación Temprana PNUD-México, Mónica Martínez Cadena, el director de la Facultad de Ingeniería, Fernando Lazcano Hernández, y el representante de Cupreder, Vicente Nolasco Valencia, celebraron esta colaboración interinstitucional, durante la entrega de constancias de participación del taller impartido por el ecuatoriano Patricio Placencia Andrade, consultor estructurista del Programa de Vivienda de PNUD-México.
En dicho acto, Lazcano Hernández sostuvo que lo más importante es poder ayudar, “que los jóvenes puedan hacerlo desde un nivel técnico y, después, con las manos. La Universidad tiene esta vocación social y los ingenieros son conscientes de ello”. A su vez, Martínez Cadena expresó que para el PNUD es importante contar con la fuerza de los jóvenes y que un proyecto tiene éxito porque hay coordinación.
“Esta colaboración reúne los elementos: el apoyo de la iniciativa privada, la BUAP, cuyo invaluable apoyo nos da prestigio a Naciones Unidas, y la sociedad misma, donde se queda la idea de voltear siempre a la gente que le hace falta. La Universidad hace bien esto: ser solidarios y generosos. Así como los organismos multinacionales y los gobiernos locales”, indicó.
Por su alto potencial de ser reforzada, particularmente sus muros, el taller comunitario teórico-práctico se impartió en la casa de don Gil, una de las 142 viviendas parcialmente dañadas y censadas por Cupreder, en Santa Cruz Cuautomatitla, en la Región Mixteca.
Carlos Bustos Mota, profesor de la Facultad de Ingeniería y enlace BUAP del proyecto, comentó que dicho censo fue realizado por Cupreder, que contabilizó además 75 casas con daño total, en Cuautomatitla. El modelo de rehabilitación parcial inició en esta comunidad debido a que la dependencia universitaria la definió como una comunidad adecuada por el tipo de organización social, el cual favorece la articulación por sus diferentes consejos ciudadanos.
Destacó la participación de la cooperativa Tosepan, pues fue la organización encargada de conseguir fondos económicos de la Fundación Banorte, con los cuales se cubre los gastos que no son subsanados por Fondo de Desastres Naturales. Así, con este fideicomiso o sin él, estas viviendas serán reconstruidas. Se espera replicar este modelo de reconstrucción parcial en otras comunidades. Cabe señalar que los universitarios también colaboran en la reconstrucción de las 75 viviendas dañadas totalmente, pero bajo otro esquema.
Bustos Mota explicó que a través de talleres comunitarios teórico-prácticos se refuerza una vivienda real, como la casa de don Gil, generando capacidades que permiten a los afectados involucrarse de manera directa en los procesos de reconstrucción, tomar decisiones sobre su propia vivienda y promover la inclusión de mujeres y jóvenes.