- Con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, ocho investigadoras de la BUAP rememoran su primer encuentro con la ciencia
Si bien hay un crecimiento exponencial de la mujer en la ciencia en México, esa estadística aún dista de guardar un equilibrio entre géneros. En 1984 habían 283 mujeres en el Sistema Nacional de Investigadores; 20 años más tarde, en 2004, ya figuraban 3 mil 322: más de mil por ciento. Hoy, son alrededor de 7 mil las científicas que integran este padrón y representan 34.9 por ciento del total. Es decir, 3.5 de cada diez investigadores son mujeres.
En el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, científicas de la BUAP, de reconocidas y sólidas trayectorias, hablan de aquellas circunstancias que detonaron su vocación por la ciencia y reflexionan sobre aquello que hará posible aumentar la participación de las mujeres.
Griselda Corro Hernández, doctora en Estado en Físicoquímica, por la Universidad de Potiers, Francia. Instituto de Ciencias.
“Fue cuando tenía 8 añitos. Teníamos un piano precioso y frecuentemente yo lo tocaba, según yo. Un bello día, no sé por qué, estaba encima del piano una copa de cristal. Mientras tocaba tecla por tecla, la copa vibró solita con una sola nota (recuerdo que fue con Re sostenido), solo una, solo aquella nota y no otra. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por queeé?”, relata.
“Nadie supo explicarme. Yo no sabía por qué, pero sí supe que tenía que encontrar la respuesta. Tuvieron que pasar algunos años para saberlo. Y también supe que todo (o casi todo) puede explicarse científicamente. Desde entonces, nunca he dejado la ciencia y nunca he dejado el piano”.
¿Qué sugiere para cambiar el estado de cosas y resarcir el rezago de las mujeres en la ciencia? “Yo tan solo quiero proponer algo muy fácil e inmediato. Es necesario ampliar la imagen de la mujer científica. Siempre pensamos en Madame Curie como la imagen mayor. Es maravillosa, la admiro, la conozco, la respeto. Sin embargo, no es la imagen ideal para muchas mujeres que les encantaría dedicarse a la ciencia y que prefieren identificarse con otras exitosas, en otros ámbitos profesionales”.
María de la Paz Elizalde González, doctora por la Universidad Estatal de Moscú “M.V. Lomonosov”, Rusia. Instituto de Ciencias.
Paz Elizalde fue una niña de cuna privilegiada. “Durante mi niñez, las actividades escolares fueron el centro de mi vida fuera de mi hogar. Dentro de casa, adquirir buena educación fue muy importante para mis padres, quienes siempre nos acompañaron sin presiones. También, una muy valiosa intención de ellos, fue el buen aprendizaje de idiomas, como una herramienta para la vida y obtener más conocimiento. Los fines de semana se convivía familiarmente, se hacía deporte, se visitaban museos, se hacían viajes cortos para conocer lo nuevo, lo novedoso, lo estimulante para la mente, el espíritu, los sentidos”.
La llegada de las vacaciones –recuerda- “siempre fue una fiesta porque juntos podíamos leer un libro, escuchar la radio, ir al cine, tener una actividad creativa y, sobre todo, muchas horas para hojear la enciclopedia Uteha. Todos los acontecimientos científicos y tecnológicos que transcurrieron durante mi niñez, fueron comentados en casa con gran emoción y mis padres se esmeraron por contarnos del científico y su entorno. También tuve la fortuna de asistir a una buena escuela y tener los mejores maestros. Ya en la adolescencia, cualquier tipo de experimento escolar causó gran fascinación en mí”.
En su opinión, para revertir el rezago de la mujer en la ciencia hay que impulsar de inmediato acciones, cuyos resultados no se verán sino después de una generación, como mínimo. “El cambio debe empezar en el hogar, educando a hijos e hijas por igual, sin inducción o preferencia por actividades o carreras ‘femeninas’. Igual debe hacerse en el sistema educativo mexicano”.
María Aurora Diozcora Vargas Treviño, doctora en Ciencias con Especialidad en Optoelectrónica, por la BUAP. Facultad de Ciencias de la Electrónica.
Aurora Vargas Treviño ingresó a la universidad a los 16 años, dos años antes que la mayoría de los estudiantes. Así fue porque desde la edad de 3 años su madre le enseñó Matemáticas, a leer y escribir. A los 5 entró a segundo de primaria, sin cursar kínder ni primer grado. Además, siempre le gustaron las Matemáticas y tenía facilidad para ellas. En la secundaria creció el gusto por las materias científicas, la Física, Química y Biología.
“Originalmente yo me inclinaba más por la Biología, pero al no tener la BUAP la carrera que yo quería, Ingeniería Bioquímica, elegí la Licenciatura en Electrónica, puesto que me gustaba mucho la Física, pero quería algo aplicado y me incliné por la electrónica. Una parte fundamental en mi niñez fue que siempre me gustó saber el porqué de las cosas, la curiosidad que un niño o niña tienen nunca hay que coartarla, por el contrario, hay que motivarla para incrementar su amor por la ciencia”.
En su opinión, no deben establecerse diferencias entre mujeres y hombres. “Todos tenemos la misma capacidad para realizar una carrera científica. Al detectar que algún niño o niña quiere ser científico o desea una carrera que involucre a las ciencias, hay que motivarlos y no descalificar nada. Cuando se enteraron que yo había decidido estudiar Electrónica, la primera impresión de mis amigas de preparatoria fue que era una carrera de hombres”.
El sistema educativo actual es agobiante para los niños, señala. “Tengo la experiencia con mis hijos, traté de motivarlos lo más que pude, pero tanto en el kínder como en la primaria no hay contacto con la ciencia, no realizan experimentos sencillos que podrían ayudar a incrementar el deseo de conocimiento que existe a edades tempranas. Hay que implementarlos y poner más atención a las niñas, para aumentar la incursión de la mujer en la ciencia. Hay que dejar atrás pensamientos que te puedan desanimar por ser mujer, o porque esas carreras son catalogadas ‘para hombres’”.
Bertha Alicia León Chávez, doctora en Ciencias, con Especialidad en Neurociencias, por el Cinvestav-IPN. Facultad de Ciencias Químicas.
Para ella, el apoyo de su madre fue crucial. “Me inculcó que lo más importante es estudiar. Mi mamá tenía estudios que le permitieron trabajar como auxiliar en contabilidad y eso era más de lo que tenía la población en general, en su medio y época. Por tal motivo siempre fue lo más importante para mí y yo siempre ocupaba los primeros lugares en la clase. Es importante tener maestros que alienten la investigación”.
Su inicio en la investigación fue cuando cursaba la licenciatura y realizó el servicio social con el doctor Óscar Díez, en el Instituto de Fisiología de la BUAP. Después, su tesis de licenciatura con la doctora Ruth Urbá Holmgren, “quien fue la que marcó mi interés en la investigación”. Más tarde, la tesis de maestría con el doctor Alejandro Ruiz Argüelles, “quien me inculcó que la investigación es responder preguntas y buscar la información necesaria para ello. Cuando realicé mi doctorado con el doctor Daniel Martínez Fong, en el CINVESTAV, ya sabía trabajar y buscar las respuestas al problema planteado. Lo grandioso de la investigación es que nunca se termina de aprender y responder problemas”.
Con acciones sencillas, considera que se puede superar la desigualdad en el número de mujeres y hombres en la ciencia. “Hay muchos experimentos de Física, Biología y Química que se pueden implementar para que comiencen a preguntar y contestar. En otros países se hacen concursos de ciencia y los estudiantes deben inventar un experimento, un diseño o una maqueta, en los cuales desarrollan habilidades manuales, conocimientos y curiosidad por lo desconocido”.
También –dice- “se debe estimular la parte psicomotora con ejercicios y música. Tener material tanto para la educación física, la música y la ciencia permite desarrollar habilidades psicomotoras y las regiones cerebrales sensoriales, motoras, de aprendizaje y memoria. La disciplina y la constancia, al final, harán que las niñas logren quitarse el estereotipo de que deben estar en casa, cuando pueden ser trabajadoras, jefas, médicas, enfermeras, arquitectas, ingenieras, presidentas, investigadoras”.
Alia Méndez Albores, doctora en Electroquímica, por el Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica. Instituto de Ciencias.
“Sin duda, mi vocación surge de situaciones vividas con mi padre, él es profesor de primaria y, tanto a mis hermanos como a mí, nos motivó a ver las situaciones más cotidianas como las más extraordinarias, interesarnos en el porqué y el cómo ocurren. En lo personal, crecí en un ambiente en el que las mismas oportunidades (las educativas, al menos) se dan para hombres y mujeres”.
¿Qué sugiere para cambiar el estado de cosas y resarcir el rezago de las mujeres en la ciencia? Al responder, recordó dos imágenes de las Conferencias Solvay, conocidas por reunir a la élite de científicos, como Einstein, Planck, Lorentz, Schrödinger. “Me refiero específicamente a la primera conferencia, en 1911, y a la quinta, en 1927. En la fotografía de la primera se observan 24 científicos famosos, de los cuales solo uno es mujer: Marie Curie. En la fotografía de la quinta conferencia, 16 años después, figuran 29 con Marie Curie, nuevamente como la única mujer”.
En la actualidad, “la cantidad de mujeres involucradas en el quehacer científico ha ido en aumento. Aún falta camino por recorrer en este sentido. Considero que hay que acercar más a las estudiantes a la investigación y que las instituciones creen condiciones adecuadas (como guarderías de calidad) para que las mujeres se sientan seguras de compaginar sus facetas de madres y de científicas, pues esta es una de las razones por las cuales aún la cantidad de mujeres, en el ámbito científico o en el trabajo en general, es menor”.
María Alicia Díaz y Orea, doctora en Ciencias Biológicas, en el Área de Inmunología, por la UNAM. Facultad de Medicina.
La curiosidad, saber por qué pasan las cosas y cómo resolverlas, fueron sus motivaciones. “Durante mi formación he estado con enfermos de diferentes padecimientos, entre estos el cáncer, y he visto toda su problemática. La inmunología es una ciencia que nos permite modificar la susceptibilidad a las enfermedades y nuestro organismo nos proporciona los elementos para tratarlas. Es por eso que estudio las proteínas producidas por las células tumorales, para utilizarlas en el diagnóstico y tratamiento de esa enfermedad maligna, cuya incidencia cada día va en aumento”.
¿Qué hacer para impulsar un mayor crecimiento de mujeres en ciencia? “Hay que modernizar los programas educativos, tienen un rezago tecnológico de más de 20 años. Promover la participación de la mujer en los programas de ciencia y tecnología –hoy hay pocas investigadoras en el SNI- y en la toma de decisiones, donde su intervención es mínima. Hay que cambiar la idea de que la ciencia está hecha por hombres; cada día hay más mujeres científicas brillantes, pero son rezagadas en el ámbito profesional, solo un pequeño número logra brillar. Creo que esto va a cambiar, pues cada día hay más mujeres preparándose, en el nivel de posgrado, para ser investigadoras”.
Isabel Pedraza Morales, doctora en Ciencias, con Especialidad en Física, por la BUAP. Facultad de Ciencias Físico Matemáticas.
“Los factores decisivos que orientaron mi vocación científica fueron la libertad de elegir que mi mamá me impulsó, así como el contacto con alguien que hacía ciencia. Si en lugar de decirme que estudiara astrofísica para saber de las estrellas, me hubieran dicho que estudiara astrología, mi historia sería diferente”, expresa.
Es importante, considera, que en los eventos científicos siempre haya una mujer representando su campo de investigación. Sin dar preferencia de género. Además, “que se trate de tener un equilibrio de género en la propaganda, no estereotipar las actividades por género e impulsar las actividades con equipos de trabajo o deporte mixtos”.
Raquel Gutiérrez Estupiñán, doctora en Filología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, en España. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”.
“Mi interés por el conocimiento nació por condiciones favorables en mi entorno familiar, es decir, el haber sido hija de un médico. Su consultorio estaba lleno de libros especializados, y sus temas de conversación versaban sobre asuntos de ese tipo. También se encontraban libros sobre historia, enciclopedias y colecciones de obras literarias. Todo a mi alcance”.
¿Qué hacer para resarcir el rezago de las mujeres en la investigación científica? “La motivación desde la más tierna edad. Ofrecer espacios para que las niñas que no cuenten con estímulos adecuados en sus entornos sociales reciban información, tengan acceso a libros y a todo lo que ofrecen las nuevas tecnologías, y encuentren su camino desde pequeñas. También hace falta modificar la manera de pensar que todavía prevalece en nuestra sociedad, pues se sigue considerando que las mujeres no tenemos las mismas capacidades que los hombres para ser científicas y ocupar puestos de la más grande responsabilidad”.