El conocimiento que no se socializa no tiene razón de ser: María Fernanda García Pérez
- Danzante del carnaval y gestora para la difusión de esta festividad del Barrio de Xonaca, la alumna de Antropología
Al escuchar la música, una chispa detona movimientos coordinados en su cuerpo. La calle se convierte en pista de baile y María Fernanda García Pérez en danzante del carnaval. Para la estudiante del octavo semestre de Antropología Social, en la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, ser originaria del Barrio de Xonaca, uno de los más antiguos de Puebla, la llevó de manera natural a ser parte de esta fiesta popular, la cual busca difundir.
El gusto por la comparsa lo lleva en la sangre. Días antes de la Cuaresma, su bisabuelo, abuelo, padre y ella se convierten en huehues. “Empecé a bailar a los tres años, llevaba mi sombrero con plumas y bailaba a las orillas de las cuadrillas. En 2007 me uní oficialmente a una cuadrilla infantil”, recuerda.
Su primer acercamiento con la Antropología Social fue precisamente a través del carnaval, cuando unos estudiantes investigaban su sentido social y en ese entonces se sorprendió de la existencia de una ciencia que se interesara en ellos. “Al investigar me interesé y me di cuenta de que a partir de estos conocimientos podría hacer algo por mi tradición y mi barrio".
Su tesis de licenciatura se enfoca en dar cuenta de las diversidades sociales y estéticas dentro de los carnavales del Barrio de Xonaca. Esta variedad se observa en los vestuarios, diferencias organizativas, de sociabilidad y de personajes en las cuadrillas. Aquellas de huehues con capa –explica- se reconocen como tradicionales y las que tienen un gran despliegue social y estético, incluyendo catrines y arlequines, como innovadoras.
Asimismo, la estudiante de la BUAP plantea que máscaras, plumas, capas, vestuario y otros objetos relacionados tienen una vida social y no se desligan de su contexto. Es decir, “si se tiene una careta en casa cuando se habla de esta se remite al contexto del carnaval”.
También aborda la apropiación del espacio público y comenta que la calle deja de lado su función principal y se convierte en casa de los danzantes. Hasta el momento, tiene mapeadas 25 cuadrillas, incluidas aquellas que por motivos de pandemia no han salido. En su opinión, no existen políticas públicas para escuchar sus necesidades, no sólo de las de su barrio, sino también de Analco, El Alto, Los Remedios, La Luz, así como de otras colonias.
María Fernanda García Pérez pretende divulgar el carnaval de manera científica y social, como una festividad relevante para los barrios y sus habitantes. “Considero que el conocimiento que no se socializa no tiene razón de ser. Me gustaría realizar una divulgación enfocada a que la gente se acerque a los barrios y conozca desde nuestra propia voz qué significan los danzantes y cuáles son nuestros motivos para bailar”.
El carnaval –insiste- no es sólo una festividad ocurrida en un momento específico del año y de un día para otro, detrás existe una organización, comisionados y jerarquización de cuadrillas.
María Fernanda es hija única. Su padre es herrero y su madre ama de casa. Sus planes a futuro son seguir preparándose profesionalmente, estudiará una maestría e incluso un doctorado. Este año mientras realizaba entrevistas, tomaba videos y registros de este suceso para su tesis, las máscaras de madera, sombreros con plumas y zapatos de charol la invitaban a unirse.
Lleva 19 años danzando. Es inevitable no añorar estar vestida de gala, un corsé ceñido al cuerpo, un sombrero con plumas que ondean y los holanes de su vestido mecidos por cada paso de la coreografía. “Para mí es una pasión. Al escuchar la música algo en mí reacciona. Es algo que ya se trae en la sangre. Forma parte de mi identidad”, expresa e invita al mismo tiempo: “No dejen de visitarnos, se les va a recibir con los brazos abiertos”.
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