- Lilia Cedillo, Claudia Mendoza y Laura Morales coinciden en que las circunstancias han obligado a reconfigurar espacios y tiempo: un reto para las mujeres dedicadas a la docencia y la investigación
A pesar de que la actividad científica ha sido liderada históricamente por los hombres, la participación femenina ocupa cada vez un espacio más destacado. En la BUAP, por ejemplo, el 43 por ciento del padrón institucional de investigadores está representado por mujeres y aunque la brecha aún no se cierra, el trabajo de las científicas continúa firme en un contexto adverso como el de la pandemia.
En el marco del Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, investigadoras de la Máxima Casa de Estudios en Puebla responden a la pregunta: cómo afrontan los retos que impone un confinamiento, en el que los espacios laboral y familiar se desdibujan y las tareas se incrementan por las condiciones que se enfrentan por el COVID-19.
Para la doctora Lilia Cedillo, directora del Centro de Detección Biomolecular de la BUAP, se trata de una experiencia que nunca imaginó, ni a nivel de profesora ni de investigadora; sin embargo, reconoce que las condiciones también permiten irse adaptando de forma creativa.
“Hacer uso de nuevas herramientas ha sido un reto, sobre todo porque la comunicación presencial en el proceso de enseñanza aprendizaje es lo que conocíamos y ahora estar solos frente a la computadora, sin ver a los alumnos, implica un cambio importante, porque también se involucran otros aspectos, por ejemplo, no todos los alumnos se sienten cómodos mostrando el lugar donde están. Tuve la experiencia con una estudiante que se resistía a abrir su cámara para que pudiera tomar una foto de evidencia, ella accedió y me pude dar cuenta que por sus condiciones de espacio tomaba clases en el baño, entonces compartir eso con sus compañeros fue penoso para ella y al final para mí también, por eso pienso que se trata de adaptarnos”.
Los nuevos sonidos
La intimidad de un espacio como el hogar se transforma en el confinamiento y los sonidos que antes resultaban familiares en un espacio determinado, ahora se tornan comunes. Al respecto la doctora Lilia Cedillo manifiesta que para ella los sonidos de la pandemia en el momento de dar clases o de hablar con un colega, todo a distancia, son el ladrido del perro, el ruido del camión de gas, la voz del que vende pan, etcétera.
“Se trata de un proceso difícil para alumnos y maestros porque también hay que pensar la manera en que los jóvenes permanezcan atentos. En mis pláticas con ellos les cuestionó qué les gusta y qué no de tomar clases a distancia. La mayoría coincide en que les complace no trasladarse y gastar en transporte, además de convivir más con su familia, pero lo que no les agrada es que se distraen con facilidad, por eso hay que animarlos, sobre todo porque en estos momentos algunos pasan por etapas de depresión”.
La doctora Cedillo recordó que en noviembre del año pasado, en la época de Día de Muertos, sugirió a su grupo tomar la clase disfrazados y sus estudiantes se entusiasmaron mucho, aunque todo fuera virtual. “En este contexto, en el que nos falta el contacto físico, los maestros podemos ser más creativos y buscar ese vínculo que nos permita mantenernos unidos con los estudiantes”.
El hogar se fusiona con el laboratorio
En cuanto al trabajo de laboratorio, por el tipo de actividades que desempeña, la doctora Cedillo no ha dejado de asistir a su lugar de trabajo, no obstante, refiere que resiente mucho la ausencia de sus estudiantes. “Hay un vacío que se resiente porque la vida que le dan los estudiantes a cada espacio de nuestra Institución es irremplazable”.
La doctora Lilia Cedillo reconoce también que en estas condiciones las investigadoras jóvenes, sobre todo aquellas que son madres, han enfrentado un doble desafío porque los niños no entienden de obligaciones y demandan una atención que requieren, algo que también viven algunas de sus alumnas, pero a pesar de esto para la investigadora la capacidad de salir adelante quedará demostrada.
“La idea de llegar a casa y desconectarse del trabajo para convivir con tu familia o atender las necesidades del hogar, ya no existe. Esa división ya no está, porque incluso podemos robarle más tiempo a la familia a pesar de estar presente, aunque no en pensamiento, sin embargo, estoy segura de que saldremos adelante. Esa es la óptica con la que veo esta pandemia”.
Para la doctora Claudia Mendoza Barrera, titular del Laboratorio de Nanobiotecnología, de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, la experiencia de trabajar en medio de la pandemia no ha sido tan diferente. En su caso, las prácticas de laboratorio se suspendieron y eso la obligó a encontrar nuevos mecanismos para avanzar en sus investigaciones y en su labor como docente.
“Nuestro laboratorio, que es básicamente experimental, es un espacio muy utilizado por los estudiantes, pero ahora nos orientamos a la simulación. Las tesis las estamos redirigiendo a esa práctica, la cual, si bien ya hacíamos, no estaba tan desarrollada, entonces nos enfocamos en nuevos mecanismos. Creo que conforme pasa el tiempo vamos mejorando las rutas de comunicación con nuestros estudiantes, así que cada vez nos adaptamos más a las clases en línea”.
Respecto al trabajo con sus pares, la investigadora reconoce que el trabajo ha sido más sencillo porque generalmente están acostumbrados a colaborar a distancia, sobre todo con aquellos investigadores de instituciones nacionales e internacionales.
Se duplica la carga
En el plano personal, la doctora Claudia Mendoza manifestó que la dinámica en su hogar se modificó por completo, pues las personas que le ayudaban a las labores del hogar tuvieron que dejar de ir para evitar exponerlas, así como a su familia.
“Esa carga de trabajo se ha tenido que distribuir al interior de la familia y efectivamente hay que hacer un esfuerzo para dividir el tiempo adecuadamente para atender a los estudiantes, dirigir tesis, revisar trabajos, hacer protocolos, preparar clases, pero también el desayuno, limpiar la casa o lavar ropa, entonces, sí se ha complicado un poco a pesar de que cuento con el apoyo de mi esposo”.
La familia de la doctora Claudia Mendoza se ha ceñido de forma estricta a las indicaciones de no salir de casa, pero esto también puede afectar en el plano emocional, reconoce. “Se modifica la dinámica al interior de las familias, sobre todo si estábamos acostumbrados a estar en la Universidad, en el laboratorio, en la calle, etcétera”.
En el Laboratorio de Nanobiotecnología dirige las prácticas de alumnos de licenciatura y de posgrado, quienes fabrican nanomateriales funcionales para aplicaciones en biomedicina. Su intención es obtener nanofibras que sean biocompatibles con ciertas células para emplearlas en el campo de la regeneración de tejidos.
Por su parte, la doctora Laura Morales Lara, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Químicas, y quien actualmente trabaja en el Laboratorio de Bioquímica del Departamento de Bioquímica de Alimentos, además de colaborar en el posgrado de Ciencias Ambientales refleja una actitud positiva sin desdeñar el proceso de adaptación que vive ante la pandemia.
La doctora Laura Morales afirmó contundente que la profesión de investigadora y docente en esta etapa de contingencia la ha llevado a reestructurar todas sus actividades, y aunque las circunstancias son inéditas, siempre busca soluciones que apelen a su experiencia profesional para resolver situaciones que se presentan en el quehacer académico y de investigación.
“El trabajo tiene que impulsar positivamente el espíritu de nuestra Institución, con este fin ha sido prioritario establecer nuevas condiciones para organizar, contribuir y apoyar a los estudiantes y dar continuidad a nuestra labor, sin perder el rigor que requiere la formación de los alumnos, así como nuestras actividades docentes y de investigación, sin descuidar la atención al desarrollo de nuestro perfil como profesionales en nuestra área”.
Las desventajas son oportunidades
En un contexto social global, las mujeres pueden convertir las desventajas en oportunidades, sobre todo cuando tienen diversas herramientas profesionales, que en este caso han sido dispuestas al alcance de la comunidad universitaria por parte de la BUAP, a fin de que cumplan con su trabajo a pesar de una complicada situación de pandemia, consideró.
“El apoyo institucional, por un lado, combinado con nuestra capacidad de reconocer y trabajar nuestras áreas de oportunidad, que son tanto de índole profesional como del hogar, atendiendo familia e hijos, representan una gran ventaja. Es un reto enorme, pues todos estamos en clases on line, con horarios distintos, atendiendo tareas y compartiendo responsabilidades, algo que nos dejará aprendizajes y experiencias que se sumarán a las fortalezas de la Universidad”, concluyó.
Atrás quedaron la cotidianeidad, lo normal o común, lo mismo que los juegos en los que la doctora Lilia Cedillo, de niña, se imaginaba ser maestra, haciendo experimentos con tierra, piedra o agua que mezclaba, curiosa de encontrar nuevos hallazgos. Atrás quedó también la niñez de la doctora Laura Morales, quien se sintió atraída por la ciencia gracias a la influencia de sus maestros, o la doctora Claudia Mendoza, quien tampoco dudó en dedicarse a las ciencias exactas a pesar de ser un área dominada por los hombres.
Todas ellas, cada una en su área y su contexto, comparten la experiencia de no claudicar ante las adversidades de la pandemia, para seguir en lo suyo: hacer ciencia.