- Como parte de los trabajos del II Congreso Internacional de la Luz, Ciencia, Arte, con sede en la Máxima Casa de Estudios en Puebla
La luz es uno de los mensajeros más eficaces: nos ha permitido recibir información del Universo, a nivel micro y macro. Su importancia en la vida cotidiana, el desarrollo del mundo, el conocimiento y la tecnología abren siempre nuevas interrogantes, así como posibilidades para dilucidar nuestro origen y el camino que han de seguir la ciencia y la innovación tecnológica, así lo expusieron cinco académicos del área de biología, antropología, electrónica y física que participaron en el II Congreso Internacional de la Luz, Ciencia, Arte (II-CILCA).
Eugenio Ley Koo, físico de la UNAM; Alejandro Pedroza Meléndez, doctor en Ingeniería Biomédica, adscrito a la Agencia Espacial Mexicana; José Luis Sánchez Salas, doctor en Biología de la UDLAP; Luis Adolfo Orozco, físico de la Universidad de Maryland, Estados Unidos, y Eduardo Merlo Juárez, maestro en Ciencias Antropológicas, hablaron de sus experiencias con el estudio de la luz y cómo desde sus disciplinas incide en el conocimiento y en la cosmovisión que tiene el hombre.
El doctor Ley Koo destacó que en la ciencia las conexiones son muy importantes, así que todo dependerá del cristal con que se miren las cosas, pues aseguró que el estudio de la luz se dio por la interacción que esta tiene con la materia, por eso interesa tanto a un químico como a un físico.
Ley Koo recurrió a una frase de la obra de Agustín de Salazar y Torres que data de la segunda mitad del siglo XVII y dice: “El mentir de las estrellas/ es muy seguro mentir/ porque ninguno ha de ir/ a preguntarle a ellas”. Sin embargo, para él la luz que emiten los astros contiene más información de la esperada, y aunque no podamos ir a preguntarles, el estudio de sus átomos y partículas nos pueden brindar mensajes con una antigüedad de 55 millones de años.
Alejandro Pedroza Meléndez, quien fue parte del primer desarrollo tecnológico mexicano, “Don Cuco el Buapo”, el primer robot pianista capaz de leer partituras, expuso cómo a lo largo de la historia el arte y la ciencia fueron complementarios, pues para la creación de instrumentos los científicos recurrían a los artesanos, quienes imprimían su sello de acuerdo con las necesidades y estatus social del inventor.
Como ejemplo, Pedroza Meléndez recordó la invención del vidrio, que posteriormente en combinación con la luz y los elementos metálicos, dieron pie a diferentes desarrollos tecnológicos, como la bombilla, los bulbos de luz, microscopios y telescopios, que han acompañado al hombre en el desarrollo de la ciencia y el arte. Los grandes pintores, dijo, también se han sentido cautivados por la luz que reflejan en sus obras.
En concordancia con los ponentes, Luis Adolfo Orozco coincidió en que la luz y la variación electrónica funcionan como un juego de pelotas, ambas dan lugar a una interacción electromagnética donde hay partículas mensajeras y otras que solo son jugadoras. De esta forma, en un ir y venir, la información que proporciona la luz ha permitido que la ciencia avance de manera inimaginable, y para muestra la reciente imagen de un agujero negro lograda gracias a la información que capturaron telescopios milimétricos, uno de ellos instalado en la Sierra Negra de Puebla, a cargo del INAOE.
José Luis Sánchez Salas, por su parte, se pronunció por reconocer el impacto que ha tenido la luz en las ciencias químico-biológicas. Refirió que el trabajo con otras ciencias va a generar nuevos productos y desarrollos que permitan solucionar problemas urgentes de la humanidad. En este objetivo, el estudio de la luz cobra una importancia relevante.
Desde la perspectiva histórica y antropológica, Eduardo Merlo expuso cómo las culturas prehispánicas reconocían la importancia de la luz, por su influencia en la agricultura y en su vida cotidiana, pero sobre todo en la construcción de sus deidades, de ahí la existencia del mito de Nanahuatzin, quien se autosacrificó en la hoguera Teotezcalli para convertirse en el astro más poderoso, el Sol, dando luz en el Universo, seguido de Tecuciztécatl, quien también ardió en ese hoguera para representar a la Luna.