Raúl Dorra, un estudioso de la primera música: la palabra

Lunes, Marzo 12, 2018
  • Es fundador y coordinador del Programa de Semiótica y Estudios de la Significación de la BUAP

“En primer lugar debo decir que yo no soy, estrictamente, un científico. Soy antes que nada un escritor, un hombre de letras que se siente situado en la confluencia de lo inteligible con lo sensible”: Raúl Dorra, nivel III del Sistema Nacional de Investigadores desde 1997. La Academia Mexicana de Ciencias lo nombró Miembro Regular en 2001 y la Academia Mexicana de la Lengua lo distinguió con el nombramiento de Miembro Correspondiente por Puebla en 2011. En 2015 fue seleccionado como Miembro del Consejo de Administración de la Fédération Romane de Sémiotique (FRS). La UNAM le otorgó la Medalla Gabino Barreda en dos ocasiones -1979 y 1982-, por haber obtenido en los estudios de maestría y de doctorado la más alta calificación. En 2016 la BUAP lo incorporó a la Academia de Profesores Distinguidos Francisco Javier Clavijero.

 

Novelista, traductor, estudioso de la palabra, con espíritu crítico y humanista, nació en San Pedro de Jujuy, Argentina, aunque reside en México desde 1976, año en el que se incorporó a la BUAP. Para el coordinador del Programa de Semiótica y Estudios de la Significación, de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado (VIEP) de la BUAP, la literatura es un acto de fe y la primera música es la palabra.

          Su obra comprende una extensa colección de ensayos, textos, artículos y libros sobre el habla, la literatura y la semiótica, en la cual se manifiesta una inteligencia lingüística sublime que todo observa, analiza y cuestiona. Y es que en sus investigaciones indaga en los procesos fónico-fonológicos, en las transformaciones semánticas y en los fenómenos sintácticos del verso, así como en la distribución espacial de las grafías sobre la página. A través de la semiótica ha entendido cómo se relacionan las cosas para formar sistemas significantes, cómo adquieren un orden y un contexto, para ser comprendidas como totalidades abiertas.

          Es un intelectual de pensamiento y palabras esclarecedoras, de actuar consecuente y magisterio notable. En 1998 fundó el Programa de Semiótica y Estudios de la Significación, integrado por un equipo de cinco investigadores y secundado por colaboradores y estudiantes de sucesivas generaciones. En este programa se creó, en 1999, la revista Tópicos del Seminario, publicación de excelencia registrada, entre varios índices, en el Conacyt y en Latindex, un sistema de información sobre las revistas de investigación científica, técnico-profesionales, de divulgación científica y cultural que se editan en los países de América Latina y el Caribe, España y Portugal.

          En la Máxima Casa de Estudios en Puebla ha sido académico en el Doctorado en Literatura Hispanoamericana y en el Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica, de la Facultad de Filosofía y Letras, así como en el Centro de Ciencias del Lenguaje, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”.

          Para él, un proyecto educativo que se base en la propuesta de una institución democrática, crítica y popular, difícilmente encontrará lugar en el ámbito privado, porque su espacio natural es el ámbito público: el de la universidad pública.

- ¿Cuál es la importancia de la universidad pública en un país como el nuestro?

- Es una institución fundamental en cualquier país. Y en México cobra una importancia decisiva. Las universidades públicas muestran en una medida muy aproximada el estado del país en cuestión: su proyecto social, su política presupuestaria, la visión de su propio desarrollo, el lugar que asigna a la educación y al conocimiento. Está siempre llamada para desarrollar múltiples actividades de proyección y expandirse de distintas maneras en la comunidad, porque es su patrimonio. Al ser un patrimonio de toda la comunidad, tender a satisfacer una mayor demanda, crecer buscando poner en marcha todas las carreras disponibles para una enseñanza superior, y orientarse tanto a la producción como a la aplicación del conocimiento, a las tareas del laboratorio, la producción de la vida en sus múltiples aspectos, como también a los estudios teóricos y a la visión crítica, las universidades públicas están llamadas a ser instituciones más fuertes que las universidades privadas, con las cuales dialoga. Bastaría con pensar en la UNAM, indisolublemente ligada a la historia de México. Para el caso de nuestro estado, se ve bien cómo la BUAP para sostener su proyecto necesita expandirse en todas las direcciones.

          México, dice, es un país que se muestra ante el mundo como un país violento. Empero, también existe una sociedad de gente bondadosa y hospitalaria, sobre todo entre los más humildes.

-Como país y sociedad, ¿a qué debemos aspirar los mexicanos?

-Vivimos una violencia ubicua y truculenta que amenaza con desequilibrar la vida de las instituciones. Frente a esto, se nos oculta la visión, también real, de una sociedad de gente bondadosa y hospitalaria. Creo que la violencia está motorizada, cobijada por el estado actual del mundo y que la disposición bondadosa está enraizada en comportamientos ancestrales. La violencia responde a un orden global, a los poderes del mundo; la disposición bondadosa, a un orden local, el de la familia. México tiene una riqueza incesante. La riqueza cultural, étnica, arqueológica, del suelo, que se inscribe en lo local; mientras que el modo de administrar, dilapidar o entregar esa riqueza provienen del orden global, que nos sitúa como país de servicio o de sometimiento. A lo que se debe aspirar es a invertir el orden de estos elementos: que lo local predomine sobre lo global, invertir el orden internacional en que quedó situado, basado en un proyecto nacional incluyente. Que la administración y, sobre todo, la política se transformen para que se pongan al servicio de ese proyecto convertido en política de Estado, no pasa de ser una utopía frágil, como su buena gente. Pero la fragilidad tiene lo suyo, es persistente, se arraiga en la profundidad, y estamos obligados a aspirar. A la utopía por definición no se llega, pero es el lugar (etimológicamente el no lugar) al que uno sin cesar se encamina.

              En su opinión, la ciencia siempre tendrá una vocación humanista.

 -¿Cuál es la importancia de la investigación científica?

El moderno desarrollo de la investigación científica, la investigación teórica pero aún más la que conduce a la aplicación del conocimiento científico, requiere que haya un continuo relevo de sus aseveraciones y presupuestos. Para que su valor profundo permanezca la ciencia debe renovarse, dar nuevos resultados, aunque no por eso debamos caer en la ilusión opuesta, la de que todo cambia. Se trata de la dialéctica del cambiar y el permanecer. En esa perspectiva, la investigación científica alcanza su máxima importancia porque se asemeja a la vida de la persona humana. Creo que la ciencia, en lo profundo, siempre tendrá una vocación humanista.

“Me gustaría tener más interlocutores para hablar de fútbol”

Desde niño se interesó por el estudio de la lengua y la poesía. Ahí nació su vocación de literato para transmitir realidades afectivas, individuales y sociales, y construir una imagen del mundo y las relaciones humanas.

          Escribir, apunta, “es una necesidad personal: darle forma a las experiencias con palabras”. Por eso se reconoce como escritor. Un hombre de letras situado en la confluencia de lo inteligible con lo sensible.

          Además de una extensa producción de capítulos y artículos en revistas especializadas, Raúl Dorra es autor de ocho libros de estudio y siete de ficciones literarias, el último de los cuales, Lecturas del calígrafo (que comprende los relatos

En el sur, Una especie de corpiño mental, De amor y melancolía y Noticias sobre la muerte de Gregorio Samsa) es una buena muestra de su arte de combinar el dato erudito y el análisis reflexivo con la recreación narrativa. En este libro desfilan cuatro escritores convertidos en personajes, con el fin de observar su obra desde una nueva perspectiva.

          Convencido de que los núcleos fuertes del lenguaje poético aparecen con mayor nitidez y concentración en la lírica de tradición oral, ha dedicado a este género gran parte de sus análisis y meditaciones en busca de las semejanzas, diferencias y zonas de contacto, entre un tipo de poesía donde un contexto es la oralidad y el otro la escritura.

         Para Dorra, los silencios valen más que los sonidos cuando se trata de encontrarse a uno mismo; la apertura del día, la claridad de la mañana, la tranquilidad de su casa, la quietud de su escritorio, desde donde ha escrito sus obras más profundas, aunque, a veces, le gustaría tener más interlocutores para hablar de fútbol.

 

“Soy una persona de gustos antiguos. Ojalá mis aporten den sus frutos

Una copa de vino y un libro son los compañeros de una tarde perfecta. Los poemas no pueden faltar, están siempre porque, como dicen, “la poesía no sirve para nada, pero no se puede vivir sin ella”.

         Soy una persona de gustos antiguos, asevera, a la par de indicar que la primera música para él es la palabra. Prefiere escuchar cómo hablan y entonan las personas. Conversaciones, su mejor parte del día.

          Uno de los aprendizajes de vida más significativo, tema de sus preocupaciones y conducta, es el universo de lo sensible, alimentado por las sensaciones, percepciones y afecciones.

          “Yo he aprendido que los afectos son también susceptibles de un aprendizaje, tal vez el aprendizaje de lo social por excelencia. Adentrándose en ellos, ejercitándolos, la convivencia humana puede encontrar una superación. Querer a alguien, ser querido, educándose para estos estados de conjunción, hace la vida siempre más satisfactoria, más deseable. También por ese camino puede descubrirse que el intelecto, el universo de lo inteligible, tiene un fuerte componente afectivo. Lo sensible y lo inteligible son un solo universo, contemplado desde dos perspectivas opuestas, pero complementarias”.

          Por ello, “una sociedad, un salón de clases, un equipo académico, siempre serán mejores si ejercitan un mejor intercambio de afectos, una acción donde la persona y el grupo se construyen”.

          Al hablar sobre sus aportaciones, señala: “La semiótica considera al sentido como su propiedad intrínseca y fundante. El sentido va tomando forma en un proceso de articulaciones y se expresa como lenguaje. Puede hablarse de una jerarquía de lenguajes, en la que el verbal sería el primario y los otros (visual, auditivo, gestual, etc.) derivados. Son las palabras las que en última instancia dan razón de los otros lenguajes y los sostienen. El verbal ofrece las matrices para la formación de otros lenguajes. Si algún aporte pude, o puedo, hacer yo al conocimiento está vinculado al estudio del lenguaje verbal”.

           “Dentro de este lenguaje, sin restringirme, me he dedicado con más intensidad a la poesía, tanto por inclinación natural como por entender que en la poesía se muestra la palabra con todo su valor y su potencia. Me he dedicado, pues, al estudio de la poesía y de sus proyecciones en el gesto, en la voz, en el ritmo, en las emociones del cuerpo. Los temas que trabajo son varios, pero todos se relacionan con un centro productor del conocimiento y promotor del entusiasmo necesario para emprender cada tarea. Ése es mi aporte y ojalá este aporte alcance a dar sus frutos”.

          Dorra es la encarnación de una legítima aspiración: buscar libremente la verdad, pensar con honestidad y enfoque humanístico, para proyectar un futuro mejor, en este mundo que necesita cambiar.